El blog original fue publicado el 11 de mayo en el Huffington Post.
Brittany Maynard, la mujer de 29 años de edad con una enfermedad terminal que inspiró la aprobación de la nueva ley de ayuda médica para morir en California, y yo sufrimos de un tumor cerebral mortal que provoca convulsiones y dolores de cabeza agonizantes. Ambos hemos tenido un Beagle tricolor que duerme junto a nosotros para consolarnos durante los últimos días de sufrimiento insoportable.
Pero mi muerte por este cáncer incurable, que se ha extendido desde el cerebro al hígado, estómago, testículos y la mayoría de mis otros órganos del cuerpo, no será tan pacífica como la que la que tuvo Britanny. A diferencia de mí, ella tuvo los recursos financieros y el tiempo para trasladarse a Oregon y utilizar la ley Muerte con Dignidad, que le dio la opción de obtener un medicamento con receta que ingirió por sí misma para morir suavemente en el momento que eligió.
He estado viviendo con la realidad de una muerte prematura durante más de cuatro años. A principios de 2012, cuando tenía 30 años de edad, los médicos me dieron la noticia de que tenía el tipo más agresivo de cáncer de cerebro, un glioblastoma multiforme. En abril del año pasado, mis médicos me dijeron que sólo tenía alrededor de un año de vida. Mi tumor está creciendo alrededor de una pulgada a la semana.
Recientemente grabé un video bilingüe para Compassion & Choices para instar a los legisladores del estado a nivel nacional para aprobar leyes para dar a los adultos con enfermedades terminales la opción de ayuda médica para morir. El vídeo en inglés esta aqui y en español aqui.
Hoy en día, vivo con horribles pérdidas del conocimiento, ceguera, convulsiones y descargas eléctricas que confinan mi cuerpo golpeado a una cama constante, porque me caigo cuando trato de estar de pie o caminar.
Aparte de estos terribles síntomas, vivo con el temor constante de los días aún peores que sé que vendrán.
Es por eso que he tomado una decisión: En un futuro próximo, cuando no pueda aguantar más, he decido rechazar la ingesta de líquidos y nutrición hasta que muera por deshidratación o mi cáncer.
Este proceso se conoce como Parar de comer y beber voluntariamente (VSED, por sus siglas en inglés). VSED es una de las pocas opciones que ayudan a las personas con enfermedades terminales como la mía a acortar el proceso de una muerte insoportable, si es que viven en un lugar que no autoriza la ayuda médica para morir.
Pero estoy asustado. Me llevará días o incluso semanas morir de esta manera. Como solo tengo 35 años de edad, mi cuerpo podría persistir durante un mes hasta que llegue la muerte, y mientras tanto, continuarían los brutales dolores de cabeza, el delirio y el dolor muscular.
“El cáncer es mi prisión y el sufrimiento intolerable es mi sentencia.
¿Qué delito cometí para ser obligado a morir de esta manera?
¿Por qué no hay leyes que autoricen la opción de la ayuda médica para morir en todos los estados de EE.UU. y territorios, incluyendo a mi estado natal de Illinois y/o Puerto Rico, donde mis padres están cuidando de mí durante mis últimos días?
Como católico, creo que no debemos juzgar a las personas. Realmente respeto a los que toman una decisión diferente si estuvieran en mi lugar, así que espero que otros también respeten mis últimos deseos. Creo en un Dios de amor que no quiere que sus hijos sufran.
¿Por qué no pueden mis hermanos y hermanas católicos dejar de referirse a la asistencia médica para morir como un pecado?
Haría cualquier cosa por irme a uno de los cinco estados que autorizan la ayuda médica para morir – California, Montana, Oregon, Vermont y Washington – para poder tener acceso a esta opción. Pero mi familia no tiene el dinero para recoger sus pertenencias y moverse 2 mil millas o más a uno de estos estados, establecer su residencia y encontrar un nuevo equipo médico que me dé la tranquilidad de poder morir sin dolor.
Hace poco le llame al viudo de Brittany Maynard, Dan Díaz, en California. Hablamos de la nueva ley de ayuda médica para morir del estado, que trabajó con tanto esfuerzo en nombre de Brittany hasta conseguir su aprobación y que entrará en vigor el 9 de junio.
Hablamos de mis desmayos, convulsiones y de los dolores de cabeza que dividen mi mente.
También hablamos de la muerte pacífica que tuvo Brittany y la que yo nunca podré experimentar.
Miguel Carrasquillo, de 35 años, es un ciudadano nativo de Chicago que actualmente está viviendo con sus padres en Cidra, Puerto Rico.
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